El otro día me acordé de cuando era pequeña y llegaba el Día de Todos los Santos. Recuerdo que, año tras año, mi madre me vestía bien elegante y hacíamos el “tour” por los cementerios de los alrededores, visitando los panteones familiares, charlando con la gente, y recordando a los que ya no están.
Días después llegaba al cole y apenas hablaba del tema con mis compañeros. A ellos les aburría bastante ese día. Pero a mí me gustaba. Le fui cogiendo cariño a nuestro ritual anual: me gustaba pasear con mis hermanas y que me enseñaran las distintas calles de los cementerios; explicarme historias de la gente que estaba enterrada allí; ver las flores que traía la gente, unas más frescas que otras; buscar botellas de agua para regar las plantas escondidas entre los setos; buscar las lápidas más antiguas; y un largo etcétera. Además, era casi un día de fiesta, en el que nos reuníamos con la familia y solíamos pasar la tarde en casa de mi abuela, comiendo castañas asadas, rosca… vamos, un día cuanto menos interesante.
Hoy aún me gusta pasear por el cementerio. Hay gente a la que le parece una costumbre macabra. Yo creo que son lugares tranquilos, donde además suele haber mucha historia oculta, al menos aquí en Galicia, donde los cementerios de los pueblos y villas pequeñas tienen mucho que contar dada su antigüedad.
Pero lo cierto es que ya hace tiempo que dejamos de lado nuestras costumbres del Día de Difuntos. Poco a poco, Halloween se va imponiendo a las tradiciones de siempre, y nuestros peques tienen más ganas de chuches, sustos y calabazas terroríficas que de ir al cementerio con sus mayores. En cierta forma, los entiendo. Están saturados de las modas americanas, y para qué negarlo, siempre es divertido disfrazarse con los amigos/primos y decorar la casa como si estuviera encantada. En el piso de mi hermana, se lo tomaron tan en serio que había telarañas sintéticas hasta en el café. ¡Y que no se le ocurriese a nadie mover un solo adorno de su sitio, mi sobrino los tenía tan controlados que era imposible cambiarlos de sitio ni un centímetro!
Así que entre arañas de plástico, murciélagos de fieltro y calabazas luminosas pasamos este fin de semana, en el que además impartí un taller para niños de dulces terroríficos. ¡Fue todo un éxito! Los niños estaban encantados (y algo saturados de azúcar también), y nos lo pasamos genial.
Entre tanto, se me antojó comprar una calabaza en un ultramarinos del pueblo que vende fruta y verdura local, cultivada en esta zona de forma natural. Justo me cuadró que el día que por fin pude ir a buscar una, se le habían terminado la mayoría y en lugar de dejar que me llevase una de las tres que quedaban, me recomendó esperar a que llegasen más (es lo bueno de las tiendecillas de pueblo, que llegas a tener esa confianza con los dueños sobre la calidad de los productos, algo que no te ofrecen la mayoría de los supermercados).
Sin embargo, no podía permitirme esperar demasiado, ya que tenía una cita pendiente el lunes y necesitaba la calabaza cuanto antes.
Resulta que, por fin, mi amiga Jeny y yo conseguimos fijar una fecha para reencontrarnos después de ¡casi 6 meses sin vernos!, y tenía tantas ganas de que nos pusiéramos al día que qué menos que hornear algo para la ocasión. Y como no, tenía que preparar la receta del bizcocho de calabaza que tanto le gusta a la señorita, porque al fin y al cabo hasta hace no mucho ostentaba el título de catadora oficial de mis postres, jeje.
Pero como no quería repetirme, pensé en variar un poco la idea del bizcocho de calabaza, y decidí convertirla en una receta de cupcakes. Como salieron muy ricos (así lo demostraron las consecuentes críticas de los catadores de los mismos), decidí traeros la receta para que, ahora que está de temporada, os decidáis a sorprender a los vuestros con unos deliciosos cupcakes de calabaza, que sea o no Halloween, están buenííííísimos. ¡Palabra de “calabazadicta”!
Cupcakes de calabaza especiados con frosting de queso
Ingredientes para 8 cupcakes
- 2 huevos
- 80 gr de “dark brown sugar” o azúcar muscovado (si no tenéis, podéis substituirlo por azúcar moreno normal).
- 30 gr de azúcar normal
- 1 cucharada de sirope de agave
- 20 gr de aceite de oliva suave
- 85 gr de calabaza rallada
- 130 gr de harina de trigo
- 10 gr de levadura química
- Ralladura de limón al gusto (una cucharada aproximadamente)
- Media cucharada (tbsp) de “pumpkin pie spice”, que es una mezcla de especias para la tarta de calabaza (se puede substituir por media cucharadita de canela, una pizca de jengibre, una pizca de cardamomo, una pizca de clavo).
- Una cucharadita de extracto de vainilla
Ingredientes para la crema de queso
- 80 gr de mantequilla a temperatura ambiente
- 80 gr de queso crema (no light) muy frío
- 190 gr de azúcar glass (icing sugar)
En primer lugar, batimos el aceite con los dos tipos de azúcar y el sirope de agave con ayuda de unas varillas. Añadimos los huevos, uno a uno, y los incorporamos a la mezcla batiendo con velocidad para que la masa coja volumen. Añadimos la calabaza rallada e integramos bien la mezcla.
En un bol aparte, tamizamos la harina junto con la levadura y las especias. La añadimos a la masa en tres tandas, integrándola con la ayuda de una lengua o espátula con movimientos envolventes, procurando que no pierda volumen. Así los cupcakes nos quedarán mucho más esponjosos.
Por último, añadimos la ralladura de limón y el extracto de vainilla, mezclamos bien y dejamos reposar unos minutos. Mientras, preparamos las cápsulas para los cupcakes, las metemos en un molde apto para el horno, y las llenamos con la masa por la mitad, o hasta 2/3 de su capacidad, no más.
Horneamos a 180º, con calor arriba y abajo, durante 20 minutos. Sacamos los cupcakes del horno y los dejamos enfriar por completo sobre una rejilla.
Ahora pasaremos a preparar la crema. Necesitamos que la mantequilla esté en punto de pomada, a temperatura ambiente, por lo que tendréis que haberla sacado de la nevera unas horas antes. Dependiendo del lugar en el que viváis, tardará más o menos. En el piso de mi hermana, está lista en una hora; en mi casa, sin embargo, tengo que sacarla por la mañana si quiero tenerla lista a mediodía.
Una vez tengamos la mantequilla ablandada, la echamos en un bol amplio cortada en trozos, y tamizamos encima el azúcar glass o icing sugar. Batimos con una batidora de varillas a máxima potencia. Es importante que la mezcla se integre bien.
Añadimos el queso crema, que debe estar lo más frío posible, y seguimos mezclando a máxima velocidad. Debe quedar una consistencia cremosa, pero no líquida.
Pasamos la crema a una manga con una boquilla (yo he usado una 1M de Wilton, con forma de estrella abierta), y decoramos los cupcakes. Espolvoreamos un poco de canela por encima.
Es una receta sencilla, rica y de temporada. Aprovechad ahora que las calabazas están a buen precio y son fáciles de encontrar en el supermercado, y si podéis conseguirlas ecológicas, mejor que mejor.
Si os preocupa que os sobre calabaza, no hay problema. Yo lo que hago es asarla en el horno, sin dejar que se dore, y después la guardo en bolsas de plástico con autocierre, procurando que apenas entre aire dentro, en el congelador. Os aguantarán unas cuantas semanas sin problema, y después os servirá para salteados, cremas, postres, y muchas otras recetas riquísimas y sanas.
Espero que os animéis a prepararla y que me escribáis con vuestras impresiones, me encanta leeros siempre, aunque no pueda contestar con toda la rapidez que me gustaría. Y si os lleváis la receta a vuestros blogs, que me parece una idea maravillosa, no os olvidéis de citar mi entrada y avisarme, ¡¡me encantará ver los resultados!!
Por hoy os dejo, tengo que comer pronto para marcharme a dar una clase, y después volver a casa a cambiarme antes de marchar en bus a Santiago, porque… ¡¡¡voy a ver un desfile!!! Me hace un montón de ilusión, porque es mi amiga María (sí, sí, la misma que es responsable del diseño del logo del blog) la que va a presentar su propia colección de ropa como parte del proyecto final de su carrera. Es una artistaza, así que no me importa adelantarme a las críticas de mañana cuando digo que va a ser todo un éxito. Y por supuesto no voy a perdérmelo.
Ah, y pronto espero poder traeros al blog una nueva crítica gastronómica, esta vez sobre el último restaurante que visitamos Jeny y yo hace unos días en Santiago. Sólo diré que quedamos bastante satisfechas con la calidad de la comida, el sabor y el trato que tuvimos. Más detalles en mi próxima entrada, ¡que me tengo que poner las pilas, hoy va a ser una tarde intensa!
Un besazo!
Información nutricional de los cupcakes de calabaza con crema de queso
Calorías totales: 2897 kcal
Calorías por ración (8 raciones/cupcakes): 362 kcal/ración