No
suele ser lo normal en mí, pero me da la impresión de que este mes está pasando
demasiado rápido. Y no será por despiste, que al fin y al cabo estoy harta de
poner el día que es en los apuntes cada tarde. Pero es que no me cabe en la
cabeza que estemos ya a 20 de noviembre.
¿¿Pero
a dónde ha ido el resto del mes?? Si en una semana termino las clases ya, madre
mía! Bueno, a ver, aclaración: termino con las clases teóricas, pero empiezo el
período de prácticas, hacia las que tengo una mezcla de sentimientos que van
desde la impaciencia, al nerviosismo y algo de temor. No por las prácticas en
sí, sino porque es algo nuevo que siempre he tenido quizás demasiado idealizado
en mi cabeza, y no sé… siempre pueden decepcionarme (o encantarme todavía más,
quién sabe).
El caso
es que aquí estoy yo ultimando preparativos y dejando a punto todos los
trabajos que puedo para cuando llegue diciembre pueda dedicarme casi al 100% al
Prácticum. Y claro, buscando huequecillos para relajarme y darle a la vena
cocinillas.
Algunos
estaréis pensando que esta receta tiene truco. Y no vais mal encaminados. Esta
receta no es nueva, muchos la conoceréis de sobra, de hecho, ya que es la más
visitada de todo el blog. Probablemente recordaréis este bizcocho de calabaza súper esponjoso que publiqué hace ya dos años (cómo pasa el tiempo, jolín). Y
aquí he de hacer una confesión: este postre es una de mis elaboraciones
estrella. Está rico, es muy versátil ya que tanto sirve como base para una
tarta formal como para un desayuno de los buenos, y encima es bastante
sencillo. Vamos, que los que no lo habéis hecho no sé qué estáis esperando,
ahora que aún se puede encontrar alguna calabaza en el mercado.
Pero
este bizcocho no es exactamente igual, y por eso merece una nueva entrada en el
blog. Como ya dije en una entrada anterior, mi amiga Jeny me regaló hace casi
un mes una preciosa calabaza de su huerta, natural 100%, de tamaño mediano, que
en un principio sólo quería para una o dos recetas. Menuda sorpresa cuando me
encuentro que la calabaza era prácticamente toda carne, vamos, que había allí
materia aprovechable para alimentar a un regimiento. Pues allá fui yo, me
embarqué en una nueva receta de galletas y después guardé dos raciones para
hacerme unos revueltos con setas que estaban… en fin, riquísimos se quedan
cortos. Y me quedaban aún dos raciones, así que, aprovechando que todavía no
había postre para la comida del domingo en casa de mi abuela, decidimos repetir
el tan alabado bizcocho de calabaza. Peeeero (siempre hay un pero últimamente…)
no me valía esa receta, porque como os comenté ya, mi tío es celíaco y no puede
por tanto tomar nada que contenga, entre otras cosas, harina de trigo. Como
para los diabéticos ya se iba a encargar mi abuela de hacer una tarta de
manzana, y esta receta tampoco lleva lácteos (mi madrina tiene intolerancia a
la lactosa), lo vi claro: a adaptar se ha dicho! Pues justamente, dicho y
hecho: os presento el nuevo bizcocho de calabaza sin gluten, apto para celíacos
e intolerantes a la lactosa.
Bizcocho de calabaza (sin gluten
ni lactosa)
-
3 huevos
-
200 gr de azúcar
-
70 gr de aceite de oliva suave (echar en hilo)
-
250 gr de calabaza rallada (pelada y sin pepitas)
-
45 gr de harina de garbanzo
-
155 gr de harina de arroz
- 16 gr de levadura (se podría usar un sobre de Royal pero no es apta
para intolerantes a la lactosa; los que no tengáis este problema, podéis usar
la que prefiráis)
-
Ralladura de medio limón
-
Una cucharada de canela
-
Una cucharadita de extracto de vainilla
Precalentamos
el horno a 180º. Si ya tienes la calabaza congelada, o la has comprado fresca
ya cortada, saltaos este paso.Si tenemos la calabaza entera, realizamos cortes
profundos con la ayuda de un cuchillo en toda la superficie, llegando hasta el
centro más o menos, e introducimos la calabaza en el horno para que se ase y
después sea más sencillo quitarle la piel. La dejamos unos 20-30 minutos,
dependiendo del horno, y después la dejamos templar. Cuando la temperatura sea
la adecuada para que podamos manejarla sin riesgos, le quitamos la piel y la
cortamos en rodajas. La pesamos y nos quedamos con 250 gr. Si ya tienes la
calabaza congelada, o la has comprado fresca ya cortada, saltaos este paso. La
rallamos y reservamos.
En un
bol, batimos a velocidad baja los huevos, de uno en uno. Añadimos poco a poco
el azúcar, sin dejar de batir, y cuando esté integrado echamos el aceite en
hilo. Cuando la mezcla sea homogénea, echamos la calabaza rallada, poco a poco.
En otro
bol, tamizamos la harina y la levadura juntas, y la añadiremos a la mezcla
anterior en varias tandas. Integramos la masa siempre a velocidad baja, para
que no se nos apelmace. Por último, añadimos la ralladura de limón, la canela y
la vainilla.
Preparamos
un molde apto para hornear, yo he utilizado uno redondo de 18 cm de diámetro,
pero si usáis uno más pequeño os saldrá igual, aunque tened en cuenta que
tendrá algo más de altura y tendréis que vigilarlo bien en el horno para que se
os haga completamente por dentro. Horneamos 30 minutos, y transcurrido ese
tiempo comprobamos con una brocheta o palillo que se haya hecho por dentro. Es
muy importante que no abráis la puerta del horno si no han pasado mínimo 15
minutos desde que metisteis el bizcocho, porque se os puede hundir. Una vez
esté hecho, lo dejamos enfriar en el molde. Desmoldamos y servimos.
Y este es el resultado. Apetecible, no? En casa de mi abuela gustó mucho, y como era grande y había más postres, de lo que me sobró dieron buena cuenta mis compañeros de clase, especialmente Jeny, que recibió una porción con todas las de la ley (no iba a ser menos, teniendo en cuenta que el fruto de todo esto era su calabaza). Un éxito, queridos, un éxito.
Y con esto me despido. Próximamente, me tendréis publicando una receta para un proyecto nuevo al que me he sumado, probablemente muchos lo conozcáis pero para los que no... me guardo la sorpresa...
Un besiño!
Información nutricional:
Calorías totales: 2230 kcal
Calorías por ración (20 raciones): 111 kcal
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